viernes, 11 de enero de 2013

Florida, el año nuevo y yo.

Uno de los principales lugares que yo quería visitar de Estados Unidos era Florida, y para el final del recientemente extinto año pasado, tuve la oportunidad de viajar hacia el sureste gringo y cumplir uno más de mis pendientes to-do-before-dying.

Aunque sabía que Florida tiene muchos atractivos turísticos, básicamente a mí el que me interesaba era Disney World porque desde niña soñaba con tomarme fotos con Mickey y volar sobre el lomo agujerado de Dumbo, así que tan pronto como pude hice una parada en ese mundo de fantasía creado por el neo-nazi y racista Walt Disney. ¿Cómo resultó? Después de enterarme que Santa Claus no existe y de descubrir empíricamente que si sueltas accidentalmente un globo con helio, éste volará para no volver nunca, ha sido la mayor decepción de mi vida. Sin embargo, no me puedo quejar porque fui advertida y aún así me empeñé en obtener mi foto con el castillo de la Cenicienta aunque fuese la fotografía más cara de mi vida.

* Primero: resulta que en mi ingenuidad, yo creí que una visita a Disney World, por los 98 dólares que uno paga al acceder (contra treinta que paga uno en Six Flags), incluía la entrada a todos los parques que aparecen en los folletos: Epcot, Animal Kingdom, Hollywood Studios y Magic Kingdom. Pero no: hay que decidirse por uno o pagar, apróximadamente 400 dólares si se quiere visitar todos. Entonces, para empezar, es caro y es demasiado pequeño para lo que cuesta. Yo escogí Magic Kingdom y pasé más horas (cinco) haciendo fila que descubriendo el lugar, que realmente no es muy grande.

* En segundo lugar, Disney World es un lugar de atracciones más que de juegos mecánicos. Entonces, hay muchos desfiles, shows y performances, pero en mi opinión no tienen ninguna montaña rusa que valga la pena y sus juegos están enfocados hacia los niños (¡Genial, Vainilla! ¡Gracias por sacar al mundo de la ignorancia! ¡Nadie nunca se habría imaginado que el mundo de Mickey Mouse estaría enfocado más al público infantil que a adultos amargados como tú!) o hacia el público adulto que sólo desea pasarse en una canoa suavemente para no agitar demasiado sus prótesis de cadera.
* Tres: las filas, como decía, son larguísimas. Absolutamente todos los juegos o atracciones a los que uno quiere acceder, tienen una fila de no menos de hora y media. Lo mismo en verano que en invierno, Hanukkah o Día de la Anticoncepción por Coito Interrumpido. Existe el Fast Pass para algunos shows, que te evitan hacer fila pero aún así, la espera sigue siendo de varias horas.

Fuera de eso: es muy lindo tomarse fotos con el castillo de la Cenicienta. Así que si esperan un parque de diversiones al estilo Six Flags (muchas montañas rusas que te pongan de cabeza y te hagan vomitar) vayan al parque de Universal Studios. Disney World es, más bien, un lugar que vale la pena visitar como parte de un itinerario de fantasía creado en nuestra mente infantil que permaneció intacto a través de los años. Es decir: no me arrepiento, pero si regresara a Florida una vez más, escogería un parque que tenga juegos para adultos y me haga sentir que cada dólar pagado valió la pena.

Por otra parte, Orlando es un buen destino turístico para las latinas que extrañamos la comida de nuestro país, pues encontrar tacos y restaurantes de comida latina o mexicana no es tan difícil como en otras ubicaciones más al norte de Estados Unidos. Además, la comida cubana abunda y siempre es bueno probar nuevos sazones: a mí me gustaron sus tortas de jamón. Abundan los outlets y en general es una ciudad barata.

Vista desde el Hotel Hilton. Miami Beach.
Miami, por su parte, me llevó de vuelta a la vida nocturna que alguna vez tuve y que ya casi había olvidado. La fiesta es interminable -sea o no fin de semana- y abundan los bares donde se puede tomar un trago, bailar o bailar con una desnudista.
Las playas de Miami Beach, a su vez, son lindas y la arena no es fluorescente y gruesa como las de Maryland. Encima, como Lente Loco y El Show de Cristina nos enseñó por años, está lleno de hispanohablantes -cubanos en su mayoría- y uno se siente parte del lenguaje una vez más, así que para hacer el countdown para el año nuevo uno puede gritar confiadamente los números en español.

En resumen: Florida es un buen estado para pasar la Navidad. No hace demasiado frío, es barato, hay muchas cosas para ver y siempre puedes flirtear con un cubano que te invite a salir una noche, aunque Disney World se vea más lindo en el anuncio de la niña que dice: "¡A mí me gusta Mickey!" que en la realidad.

Así pues, el año nuevo me recibió en un estado ajeno, ampliando mis horizontes, agradeciendo por lo vivido y esperando que en un futuro no muy lejano pueda comprender porqué a veces las cosas son como parece que no deben ser. Y es que uno nunca está preparado para que el Castillo de la Cenicienta sea pura utilería y en su interior se encuentren montones de cajas de objetos olvidados en la rueda de la fortuna a través de los años, en lugar de ser un palacio real.