lunes, 30 de enero de 2012

Segunda familia

Una de las metas de este programa es lograr la vinculación afectiva entre cacique y chalán, es decir: host family y au pair. Se supone que el cuidador es más que un empleado pues se convierte en un miembro más de la familia, ya que es incluido no sólo en el presupuesto mensual de despensa y papel de baño acolchadito, sino también en la planeación de actividades y en la dinámica habitual de la familia. Esto, idealmente, da por resultado que a fin de año, la au pair tenga una segunda familia, y los hostparents una hija mayor adoptiva a quien enviarle postales navideñas hasta su país tercermundista.

Sin embargo, en casos peculiares de apatía afectiva, esto no ocurre; como es el caso concreto de la protagonista exclusiva de todas mis entradas: yo.

Aquí me han insistido con que me incluya en la familia. Que no termine mi trabajo a las 4.30 p.m., y suba a encerrarme en mi cuarto a partir de las 4.31, que lea en los sillones de la sala y no en mi recámara, que de vez en vez, vea una película en la sala de tele y que los acompañe a visitar a los abuelos ocasionalmente; pues finalmente esta familia es 'mi familia'.

Si bien no tengo ningún problema con mi inclusión en las actividades comunes de la familia, ni con interactuar con mis host-hijos en horas off, y es cierto que puedo decir que estimo a los habitantes de esta casa, nunca dejé de tener bien claro que ésta no es mi familia y que yo no vine aquí buscando un segundo hogar.

Yo no necesito otra familia ni me inquieta insanamente mantenerme en contacto con los Jenkins cuando regrese a mi país. Tampoco pretendo que me extrañen ni que los niños recuerden quién fue Vainilla, la  mexicana que les construía naves espaciales con cojines y una raqueta, que los sacaba al frío sin suéter pero que compensaba su falta con azúcar y algo de cloroformo antes de la siesta. No estoy buscando que me quieran como a una hija ni que se interesen en mi vida como lo harían mis papás. Es decir: no necesito la ilusión de una familia adicional, para hacer mi trabajo.

Para mí, mis hosts son mis jefes y el bienestar de sus hijos es mi chamba. Vine aquí para trabajar y no espero tener una familia sustituta. Me son suficientes la amabilidad, el respeto y un chistorete mañanero para sobrevivir. No me siento la hija mayor de este matrimonio -porque además, la diferencia de edad es ridícula- y de ninguna manera espero que ellos asuman un papel parental conmigo.


Cuando me vaya, cerraré un capítulo de mi vida como tantas otras veces. No esperaré ver a los niños por Skype ni hostigaré a mi reemplazo con preguntas sobre sus nuevas vidas: "¿Y cómo le va a la pequeña Dorothee en el kínder? ¿Alguno se ha roto un hueso últimamente? ¿Todavía preguntan por mí?" No me dará terror saberme reemplazada y no esperaré que esta familia tenga demasiado interés en contactarse conmigo por otra vía que no sea féisbuc.

Supongo que el problema es mío. Me doy cuenta de ello cuando mi hostmom me dice que no huya y que permanezca más tiempo con ellos, o cuando mis demás amigas au pairs agradecen públicamente -feis- por sus familias anfitrionas que las han acogido como si fuesen las propias. Y bueno: yo no me siento así. No olvido que ésta no es mi casa y ésta no es mi familia. Para mí, el año de au pairismo es eso: un año. No es toda la vida. Y no le encuentro utilidad a engancharnos emocionalmente con personas a las que no volveremos a ver después y con niños que no sabrán quiénes fuimos cuando tengan diez o quince años. 
Yo no quiero una segunda familia para que cuando regrese a mi país, no deje de extrañarla. Tampoco me engañaré haciéndome creer que mis hostkidos son mis hijos para que cuando recupere mi vida, me aterre la idea de que ya no me recuerden o me halle reemplazada por una sonrisa alemana. No quiero usar mi tiempo libre gastándolo con mis niños para no encontrar diferencia entre mis labores y mi tiempo offduty. No quiero sentirme parte de una familia para que cuando nos visiten los tíos y tías, recuerde que en realidad no lo soy. No necesito consejos maternales tampoco. No requiero adherirme a todos los planes para sentirme integrada. 

Y ustedes, hostfamily, no necesitan perder su intimidad, su química interna, sus rutinas y sus configuraciones, para que su au pair se sienta 'incluida'. ¡Bah! Toda au pair debería recordar que su hostfamily no es su familia, y toda familia debería tener presente que las au pairs pueden sentir afinidad, gratitud y aprecio por sus anfitriones sin necesidad de invertir su tiempo libre acompañándolos.

domingo, 15 de enero de 2012

No es mejor ni peor...

...Simplemente es diferente.

A manera de consejo, eso lo repite unas trecemil veces el manual de Cultural Care para preparar a la futura au pair ante el choque cultural a sufrir. La intención de dicha filosofía es ayudar a reducir la añoranza, la comparación y sobretodo, la sensación de estar presenciando o contribuyendo a una forma incorrecta de vivir.

Así que uno toma sus maletas diciendo para sí: "no importa cuan extrañas sean las costumbres de mi hostfamily o de la ciudad donde viva, no serán mejores ni peores, sólo diferentes" y se lanza al extranjero preparándose para la diferencia. Dicha filosofía funciona muy bien cuando al principio tienes que adaptarte a ingerir la última comida a las 6.30 de la tarde, o cuando te encuentras con que los niños brincan en los sillones sin restricción alguna. Te repites: "sólo es diferente, sólo es diferente."

Pero llega un momento en que la comparación que dé lugar a un triufador y un derrotado, es inevitable. Es imposible pensar en sólo una diferencia cultural cuando los resultados son desastrosos. Se piensa inevitablemente, que es algo erróneo.

El otro día, después de las vacaciones de invierno (una semana), llevé a mi hostikiddie a clases.Al llegar a la escuela, berreó porque no quería quedarse. Pataleó, gritó, y lanzó tantos arañones como pudo mientras decía: "school is stupid!" La maestra dijo que no lo toleraría más y antes de retirarse a su salón me pidió decidir entre dejarlo o llevármelo a casa. Yo le llamé a mi hostmom para preguntarle qué hacer con el pequeño gremlin.

Ella habló con el niño y después de su charla que fueron más berridos que palabras, me dijo que entendía que era una dificilísima transición entre vacaciones y el regreso a la escuela, que me lo llevara a casa, le pusiera una película y le diera leche con chocolate, para finalizar en un sentidísimo: "make him happy!"

"Es diferente, es diferente" me repetí. No es malo mimar a tu hijo pequeño cuando no quiere ir a clases, después de una ridícula temporada vacacional, condicionándolo positivamente bajo los principios del Condicionamiento Clásico pavloviano: "después de todo berrinche, ocurre la ejecución de mi voluntad", sólo es una vía distinta de la que usaríamos en México.

"No, es malo, no es bueno... sólo es diferente" once more. And twice.

¡No, no! ¡Están haciendo las cosas mal! Esta vez no funcionó su filosofía. ¡No sólo es diferente, ESTÁ MAL! ¡Por eso es que sus canales de televisión están llenos de programas como "Niñera Experta", "Angelitos", "Adolescentes Rebeldes" o "Niñera S.O.S." porque hacen las cosas mal y después no saben corregirlas!

Realmente no me importa que aquí no les enseñen las mismas normas de respeto por la gente mayor, que sean desperdiciados con la comida o que la voz de Puerquito de Winnie Pooh no sea igual de tierna en inglés que la doblada en español. Está bien. Es un otro país y obviamente funciona diferente.No mejor, no peor: sólo diferente.

Pero no puedo pensar lo mismo cuando se trata de malcriar a los niños.

Ya sé que no sólo en Estados Unidos los niños son malcriados y que es un prejuicio considerar lo contrario. Pero es innegable que aquí tienen reglas mucho más laxas en la crianza infantil. Y aunque  algunas me hubieran ajustado muy bien durante mi niñez y otras me parecen similares a las que mis papás emplearon conmigo, la verdad no puedo evitar sentir un poco de repudio y sorpresa por aquéllas que hacen de los niños una bomba de tiempo.

Que no se coma lo que no le gusta, porque no hay que actuar en contra de la voluntad de ninguna persona. Que no hay que levantarles la voz porque se crean heridas emocionales. Que no hay que darles nalgadas porque el mensaje que eso deja es que está bien abusar del débil. Y por supuesto: que no hay que obligarlos a que vayan al colegio, porque la vida escolar de todo niño debe estar relacionada con experiencias positivas y no traumáticas.

¿Y entonces a qué le llaman disciplinar? ¿A mandarlos a su habitación tres minutos antes de que griten "I'm sooooooooooorry!"?

Sí. Esto es un intercambio cultural y cuando uno viene aquí, la adaptación  cultural es una obligación. Por ello, nadie debe quejarse ni sugerir otras vías para hacer las cosas. Lo dice también bien claro el manual de Cultural Care. 
Aunque en ningún punto prohíbe quejarse en un blog.
Por eso, yo digo:
Preparaos para encontrar mil diferencias en el estilo de vida y estructura social, económica y ambiental de este país. Tomarlas con calma y recordarse que no son mejores ni peores, sólo diferentes. 
Pero, no se sientan mal cuando haya algo que realmente les moleste. Tenemos derecho a decir que en nuestro país hacemos las cosas distintas y que de esa manera están mejor hechas.
De todas formas: 
Las 
verdades 
no son universales.