domingo, 28 de agosto de 2011

Despedidas II

Después de despedirme de mi novio y renunciar a mi trabajo, tuve que despedirme de mi familia.
Para este fin, mi hermano mayor organizó una carne asada exprés. Llegó a mi casa con todo lo necesario y en una hora ya teníamos cervezas, arrachera, chorizo, cebollitas asadas, chiles toreados y otras delicias más para comer. Fue la última vez que comí con mi familia completa. Incluidos los novios de mis hermanas.

En la noche me despedí de mi hermana mayor y me deseó un buen viaje. Después, me despedí de mi papá, y ésta fue la despedida más difícil de todas. Aún de recordarla el nudo vuelve a mi garganta y la ansiedad se apodera inclementemente de mi cuerpo y me pide volver.
Por la madrugada, cuando salí al aeropuerto, mi hermana menor se despidió de mí antes de que yo dejase la casa. Después vinieron treinta minutos en automóvil, acompañada de mi mamá y mi hermano. Platicábamos de todo y nada: no olvidábamos a dónde estábamos yendo.
Ya en el aeropuerto, me acompañaron durante el check in y la primera revisión de equipaje (por cierto, no se pinten las uñas porque les decomisarán la acetona ¡y tendrán un manicure terrible durante el training!). Después de esto, me acompañaron hasta mi gate y se despidieron. Nunca hubo dramas ni llantos ensordecedores. Mi mamá me dio su bendición, me abrazó, me dio sus recomendaciones y su voz se entrecortó. Entonces guardamos silencio y nos dimos un último beso. Mi hermano sonrió, me abrazó y me dijo que fuera feliz.

Entonces me di media vuelta y comencé mi viaje.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Despedidas I

Uno de los pendientes que faltó enlistar en la entrada pasada era el de hacer las pertinentes despedidas.

Pues bueno, desde el sábado, después de más de seis años de ser Chica Telcel, estoy desempleada, vagando y gastando mi liquidación burguesamente como si mis papás fueran millonarios y me extendieran una mesada igualmente millonaria cada mes. Me despedí de mi trabajo, de mis compañeros y colegas, de mi escritorio, mi compu, mis vitrinas que nunca terminaron de estar limpias, mi inventario, mi bodega y del estrés de estar detrás de un mostrador atendiendo personas con distintísimas demandas y formas de pedir solución para tales.
No fue tan difícil ya que, a decir verdad, estaba muy cansada de repetir números todo el día ("Le confirmo su recarga: Veinte pesos al 462123..."), de repetir como enferma características y propiedades de equipos telefónicos, de responsabilizarme por un inventario cuando muchas personas tenemos acceso a él, y de intentar que clientes furiosos entrasen en razón sobre los procedimientos de garantía de un equipo, un accesorio o un servicio.

Sin embargo, no puedo decir que no extrañe para nada mi empleo o el hecho de tener una ocupación todo el día. Fue conmovedor despedirme de mis compañeros, de mis jefes y hasta del señor indito que me vende papas cada semana a diez pesitos, porque sé que no volveré a encontrármelos en la misma circunstancia ya.

Además de que renunciar fue el inicio de la cadena de despedidas a la que toda au pair, trotamundos o prófugo de la justicia tiene que enfrentarse.

La segunda de éstas fue aun más difícil. Se trató de mi novio. De él tuve que despedirme con una semana de antelación a mi partida, ya que él regresó a clases a su universidad -far away from here- este lunes, así que tuvimos que despedirnos ese mismo día. A pesar de que no hubo drama, llantos desgarradores ni gritos inundados de tipo: "¡jura que vas a esperarme!", o "¡volveré por ti, lo juro ante Dios que mira!", bastó el hecho de no tener palabras como para entender la magnitud del asunto para ambos. A veces creo que aún no termino de entender que no volveré a verlo sino hasta después de muchas lunas.

Así que aunque ha sido difícil, no ha sido particularme desgarrador (me recuerdo llorando peor con la muerte de Mufasa, la memorización a reglazos de la tabla del siete o con la Barbie Patinadora que Santa Claus nunca hizo favor de traerme), ni he sentido todavía un ápice de arrepentimiento o sospecha de perderme de algo suficientemente significativo como para desear no irme. Quizá porque confío en que todo estará igual a mi regreso.

Por ahora el proceso va bien. Hoy hablé a CC y me dijeron que mi licencia viene en camino. Esperar por mi licencia y hacer maletas es lo último que falta (eso, además superar el miedo a hacer transit en el gigantesco aeropuerto Forth Worth, y cansarme de maldecir a EF por no enviarme en el mismo vuelo que a mis otras dos paisanas) y todavía no he soltado una lagrimita ni he saboreado de lleno el sabor agridulce de una despedida, a pesar de haber efectuado ya un par de ellas.

Quizá cuando termine de delizar el cierre de mi maleta entonces entienda que las despedidas apenas comenzaron y que la parte más difícil aún ni empieza.


martes, 16 de agosto de 2011

De los ocho mil pendientes que toda au pair debe atender antes de dejar su país

Mi lista particular de pendientes antesdepartir va más o menos así:

1.- Titularme. Ya estuvo, gracias a Dios y a todas la burocracia celestial por facilitar el trámite en los últimos meses, y hacer llegar mi petición a la autoridad divina competente. Finalmente presenté mi examen recepcional y fui muy feliz después de cuatro larguísimos años de tedio tesístico.
2.- Quitarme los brackets. Después de cinco años y medio de hojalatería dental, finalmente mis dientes se libraron del metal y ahora son felices desnudos e impúdicos. Sin embargo, para ello, tuve que rogarle un poco al dentista, ya que mi tratamiento no se había completado, pero no quería pasar un sexto año con frenos.
3.- Tomar un curso exprés de 'mejore su desempeño en la cocina'. Si bien sé cocinar, la verdad es que para ello ensucio más trastes de los estrictamente necesarios, salpico más aceite del que cualquier ama de casa quisiese limpiar de su estufa, y me desplazo innecesariamente por la cocina buscando volteadores, sartenes, cucharas y mil artefactos más en lugar de tenerlos todos a la mano. Tengo una semana y nada más, para aprender los secretos maternales sobre la practicidad en la cocina.
 4.- Tomar un curso exprés de 'estaciónese sin pena'. Manejar constituye mi mayor preocupación y riesgo de rematch. Todavía a veces me pregunto por qué acepté trabajar para una familia que requiere que transporte a sus hijos todos los días, si mis dotes para estacionarme son pé-si-mos. (Y también un poco lo son, mis dotes para incorporarme a grandes avenidas sin que me echen aguas). Tomaré muy en serio la semana que me queda para tomar un curso intensivo para aprender a estacionarme en menos de 94 intentos.
5.- Hacer las respectivas despedidas maritales. Se supone que mi novio esperará un año por mí y cuando yo regrese a México, volveré a sus brazos otra vez. Entonces nos casaremos, rentaremos y viviremos con las deudas al cuello. Pero para ello, yo primero necesito hacer y recibir las respectivas promesas de amor. De paso, también necesito preparación mental para el larguísimo año de celibato que me espera.
6.- Comprar regalos. He postergado la labor para el último de mis días en México. Para ver si entonces se me ocurre un buen regalo para darles a mis pequeñuelos. Trabajar bajo presión siempre ha funcionado para mí. Presión, por favor no me falles esta vez.

...Continuará. (¡Porque ya es mi hora de salida y no pienso regalarle un segundo más a Slim!).

jueves, 11 de agosto de 2011

De la visa y sus vicisitudes

Después de sufrir con el trámite previo a la visita a la embajada, por fin me encontraba en México, D.F., de la mano de mi novio para obtener el tan preciado ticket de entrada a Estados Unidos.

Los pormenores de mi viaje, -como mi fascinación por la economiquísima gastronomía defeña como las sincronizadas de a tres por diez, mi despliegue de envidia por no tener en mi ciudad un sistema tan rápido, eficaz y económico como el metro que te conecte entre dos puntos sólo a cambio de un equilibrio corporal cuasi perfecto, o los llantitos vespertinos que solté en silencio junto a mi novio mientras pensaba que dentro de poco ya no veré más los huequitos de sus mejillas al sonreír- no creo que les interese mucho.

Así que el asunto administrativo que nos confiere a todas las au pairs resultó así:

Cita en el CAS:
Mi cita era a las 11.20 pero la señorita de Primera Plus que nos atendió al llegar, consiguió que nos recibiesen desde las nueve. Así que ahí me tienen formada con mis papeles en mano fuera de las oficinas. Un oficial verificó mis papeles y me dijo que me faltaba un noséqué. Ante mi cara de desolación de niño extraviado en feria de pueblo, consultó con otro colega, y el compita en cuestión le dijo que no me faltaba nada y que podía seguir.
Seguí. Pasé por el detector de metales con el celular de mi novio sin batería y sin tapa (tuve que catafixiárselo por mi iPhone, ya que a esos aparatejos no se les quita la batería bajo ningún procedimiento mecánico). Después me mandaron a mostrador a que sellaran y checaran mis papeles; y posteriormente a la ventanilla número nueve. Ahí me recibió un tipo nefastísimo y grosero. Me pidió mis papeles y me dijo que me tomaría una fotografía pero que me quitara la boina que traía. Gran error. Yo me había bañado la noche anterior y obviamente la boina era para minimizar los efectos del esponjado natural de mi pelo. Le pregunté qué pasaba si salía en la foto con el pelo desordenado. Y me dijo: "¡Es una orden de la Embajada, señorita!". Me habría encantado decirle que era un pendejo y que yo no estaba preguntándole quién mandaba; pero en su lugar sonreí y le pregunté de nueva cuenta si no había problema por mi pelo alborotado -pero sin medias de color- y con su nefastísima cara dijo que no.
Me tomó las fotos, las huellas, me devolvió mi carpeta y con su tonito sangrón me dijo que no olvidara mi cita de mañana. (Como si se te pudiese olvidar la razón por la cual pisas tierra defeña).

Lo que sigue es un paseo por el zócalo, más comida, paseo por el Sanborns de los Azulejos, por la Torre Latino, ocho mil besos más, un chupetón, unas papas adobadas, un churro relleno, dos tarros de cerveza, mil sonrisas, ocho mil besos más, diecisiete fotos, tres estaciones de metro, un cuarto de hotel mediopulgoso pero con tele y agua caliente, y dos horas de sueño.

Cita en la Embajada:
Nos despertamos a las cuatro de la mañana para estar ahí temprano. Mi cita era a las seis y media y llegué a las seis. Había dos filas de personas, y nadie sabía por qué, pero la señora cacahuatera-chicletera-pulparindera me dijo que me mantuviera en la fila en la que yo estaba porque era la efectiva y así fue. A los de la otra fila los mandaron a formarse detrás de nosotros, ¡jo! Y ni siquiera le compré un cacahuate, chicle o pulparindo a la amable vendedora.
Después de un rato, salió un agente mencionando en voz alta los distintos papeles que se debían tener para los distintos tipos de visa. Había todas las letras del alfabeto castellano y creo que unas más del arameo. Nos pasaron. Nos dieron bolsitas Ziploc para guardar nuestras pertenencias prohibidas. Nuevamente un agente revisó nuestros papeles, empezando por la DS160. Cuando llegó conmigo, me dijo que el formato que yo necesitaba era uno llamado i90. Yo le dije que lo que la agencia me había solicitado era el DS2019, pero dijo que no. Que como estudiante de intercambio necesitaba la i90, que lo checara. Le dije: "¿y no puedes checarlo tú?". Me odié por haber dicho eso inmediatamente, pero a pesar de eso, funcionó. Lo checó con otra persona y ésta le dijo que la documentación estaba bien.

Después nos pasaron a unos escritorios felices con empleados infelices a más revisiones de papeles y a recibir más sellos; y posteriormente, a la entrevista. A mí me tocó una mujer, lo que me hizo feliz. En todas las demás ventanillas eran hombres y la mayoría estaban guapos, lo que habría supuesto un tartamudeo y pendejez constantes para mí.
Me recibió en español pero en cuanto vio mi aplicación me habló en inglés. Se me fueron un par de preguntas que tuvo que replantear en español ante mi cara de profundísima pena, pero en general me preguntó cómo me enteré del programa, a qué se dedican mis papás, qué estudié y qué pretendo estudiar allá. Para beneplácito mío, sólo me pidió la documentación de rigor (SEVIS, DS2019 Y DS160) y la aplicación de la familia. Cuando la vio, me dijo: "three children!" después de un asombrado: "you're having full hands!".

 Después metió en mi fólder mis documentos y dijo: "guárdalos bien porque en el aeropuerto te los van a solicitar." Imaginé que mi visa se había aprobado porque no creo que para ejercer como empleada ilegal, limpiando baños en el aeropuerto necesiten ver tu documentación.
Y sí. Salí contenta por mi visa aprobada, apenada por mi spanglish decreciente, y con una revoltura en la panza porque la cuenta regresiva ahora sí es real.

miércoles, 3 de agosto de 2011

¡Mi cita por fin!

Dicen que cada quien cuenta su experiencia, según como le fue en la feria; de modo que yo les diré que la peor idea que pueden tener para efectuar su pago de visa es con tarjeta de crédito vía telefónica, así como también es una mala idea (no tan mala como la anterior pero también malita) confiar en el correo que te envía CC como una indicación infalible que te llevará por el camino de la verdad sin ningún problema. Está pésimamente redactado y tiene instrucciones ob-so-le-tas. Así que consideren tener que dedicarle un poco de su tiempo a investigar y a picarle muchos botoncitos a la página de la embajada antes de dar con el link indicado.

Dicho eso, aquí está la narración de mi calvario:

  • Miércoles 20 de julio:
 Recibí el tan famoso correo de 'Good News' avisándome que la familia me había elegido y que debía empezar el trámite obteniendo la forma DS160 en un link que me enviaron. Hasta ahí, todo bien.


  • Jueves 21 de julio:
Llamé para hacer la cita con cargo a tarjeta de crédito. Para empezar el tormento, me recibió una grabación enfadosísima al estilo parodia Simpsons, más o menos con opciones de tipo: "'si usted es terrorista y planea atacar la Casa Blanca, marque 1." Después de dar con la opción para pagar, me pidió el número de tarjeta de crédito, así que lo marqué. Lo rechazó. Fui a decirle a mi tía que su tarjeta no pasaba y me dio otra. Volví a llamar y a armarme de paciencia para escuchar nuevamente el menú de voz con sus recomendaciones como: "si usted cree que es candidato para entrar a nuestro país sin una visa, ande, cuelgue ahora y haga el ridículo en migración el día que llegue."

Llegué a la opción de pagar la cita. Me pidió el número de la tarjeta. Lo ingresé. Lo rechazó y pidió que lo ingresara de nuevo. Muy obedientemente lo hice. Rechazado otra vez. "Digite de nuevo o cuelgue ahora." Tercera vez ingresado. Tercera vez rechazado. Colgué.

Llamé a las oficinas de CC para contarles mi desdicha y para avisarles que me tardaría un poco más en saber mi fecha de la cita porque tendría que buscar otras opciones. Paolina me dijo un poco alarmada que había sido una pésima idea ingresar el número de la tarjeta varias veces. Me dijo que a 'varias chicas' les ha pasado que ingresan el número más de una vez y la Embajada les genera un cargo por cada una a pesar de decirles que la operación fue errónea. Ese antecedente, y el hecho de que la grabación te repite al menos tres veces que 'no hay devoluciones si usted pidió más solicitudes de las que necesitaba', me hicieron más propensa a la diabetes.

¡Qué jodido! ¿Por qué CC no te advierte al respecto sobre eso en su súper correo de instrucciones?
Yo lo intenté al menos cuatro veces. Lo que da un total de 7,280 pesos. ¡Jamás intenten más de una vez! Yo todavía no consigo saber si los cargos se hicieron o no, pero la verdad es que sí estoy muy estresada al respecto.

Después de mi susto matutino por mi posible nueva deuda, regresé a mi correo para buscar una segunda opción: depositar en el banco. Como decía arriba, la indicación no es correcta porque la URL a la que te enlazan no te lleva a ningún lugar. En la URL efectiva, sólo hay que completar ciertos campos como el números de DS160, pasaporte y SEVIS, después se elige la oficina de DHL donde se desea recoger el pasaporte y la visa. Después de eso, te arroja tu ficha de depósito y vas muy felizmente al banco a pagar y a sentirte feliz por tener contacto con un ser humano y no con una grabación.

  • Viernes 22 de julio:
Pagué en una sucursal de Banamex muy temprano y esperé tres horas a que pasara el pago. Llamé y me dijeron que no se había reflejado. Esperé hasta las cuatro, cinco, seis y ocho de la noche y no se reflejó el pago.
  • Sábado 23 de julio:
Llamé nuevamente, y nuevamente me dijeron que no se había reflejado el pago. No intenté más porque me mantuve muy ocupada arreglándome para una fiesta, así que el asunto quedó censurado en mi cabeza.
  • Lunes 25 de julio:
Llamé tempranito y nuevamente el sistema rechazó el número de MRV, así que hablé con un asesor, que no pudo hacer más que decirme que esperara a las doce del día para ver si el pago ya se había reflejado. 
Fui a Banamex a preguntar si su sistema tenía problemas o por qué no estaban reconociendo el pago en la Embajada. Amablemente me dijeron que ellos habían reportado el pago el mismo viernes y que ya no era asunto suyo. 
A las doce del día, volví a llamar y el sistema nuevamente rechazó el folio. Hablé con una asesora que me dijo que reportara mi caso a través de la pestaña de 'contact us' que aparece en la página de la embajada. Escribí mi muy sentida queja y la envié.
  • Jueves 28 de julio:
Esperé 72 horas a que procesaran mi solicitud-súplica en la embajada. Llamé y no tenían novedades. Un asesor cuyo español era tan legible como mi italiano, me dijo que 'seguiera esperrando'. Ese mismo día, me llamaron de las oficinas de CC para decirme que considerara pagar nuevamente la visa porque perdería a la familia anfitriona. Yo les dije que no tenía dinero y que prefería regresar al match process que volver a pagar. Ellos me dijeron que dejara de actuar como si la culpa fuese suya, ya que no tenían ninguna responsabilidad del proceso. Aún intento descifrar en qué momento entendieron que yo responsabilizaba a la empresa.

  • Viernes 29 de julio:
Me habló por teléfono mi representante local muy indignada para decirme que tenía  yo un fuerte problema de actitud que me traería muchos problemas, y que recordara que el problema de mi pago era culpa de la embajada y no de la empresa. Yo intenté explicarle que en ningún momento responsabilicé a la empresa, pues estaba consciente de que se trataba de un fallo en el sistema de la embajada. Le comenté que no era cuestión de actitud, sino de dinero. Que yo no disponía de otros dos mil pesos -casi, pues- para volver a pagar. Fue frustrante porque no me escuchó. Me dijo que me disculpara con la persona que me atendió en México y que cambiara mi actitud. Sigo creyendo que todo se debió a mi negativa por efectuar un segundo pago y apurar el proceso, en lugar de esperar la resolución de la embajada.

  • Sábado 30 de julio:
 Recibí un correo de la embajada, pidiéndome que escaneara la ficha de depósito y el comprobante de pago. Lo hice.

  • Miércoles 3 de agosto:
Me llegó un correo de CC avisándome quiénes serían mis compañeras de vuelo y de trainning. Me asusté porque sin cita ni visa, no podía asegurar mi salida en la fecha y los cargos por cancelación de vuelo recaerían sobre mí. Sin embargo, milagrosamente, mientras leía el correo de CC me llegó el de la embajada, avisándome que mi pago se había validado y que podía hacer mi cita a partir de ese momento.

Fui muy feliz.

...Eso, hasta que programaron mi cita para un día antes de mi examen recepcional. Ja.